La brecha entre el poder adquisitivo de canadienses y estadounidenses es mínima – pero al compararlo con el ingreso real de las familias mexicanas es abismal.
MÉXICO.- Durante décadas se nos inculcó que México era el cuerno de la abundancia, que la vecindad con Estados Unidos era la mejor plataforma para el crecimiento económico vía el comercio exterior y la inversión, que el turismo era una de las ventajas comparativas relevantes, dado nuestro mosaico étnico-cultural, que la biodiversidad nuestra era casi insuperable, que nuestros lagos, mares y ríos nos aseguraban calidad y larga vida.
Toda esta belleza teórica se ha estrellado con la barrera de la desigualdad de ingreso y por ende de la calidad de vida de los mexicanos.
La brecha entre el poder adquisitivo de canadienses y estadounidenses es mínima – pero al compararlo con el ingreso real de las familias mexicanas es abismal.
Para 2019, según cálculos de la Comisión Económica de Naciones Unidas la masa salarial que se paga en Canadá representa el 63% PIB, la de Estados Unidos 58 %, mientras la de los trabajadores mexicanos fue de sólo el 26.45%.
El 74.6% restante se lo lleva el capital. Entre 2010 y 2019 el porcentaje del PIB que representa la masa salarial en México cayó 1.39% pasando de 27.84 a 26.45, o sea, que en una década vamos de mal en peor y el que gana terreno es el capital.
Suiza (68%), Alemania (63%), Bélgica (62%), Italia y Holanda (61%), son las naciones donde la masa salarial alcanzó en 2019 mayor porcentaje en relación a su PIB. Rusia, Polonia, Bulgaria o Serbia más que duplican lo que en México significa la proporción de la masa salarial / PIB.
Las consecuencias de que tengamos una Población Económicamente Activa que creció de 48.5 millones a 55.9 millones entre 2010 y 2020, pero en donde prevalece una paga baja -entre dos a tres salarios mínimos- limita el poder adquisitivo de las familias, fomenta la emigración y desincentiva el empleo formal.
Al comparar 2020 con 2018 conforme a la encuesta trimestral de Ingreso Gasto de INEGI el ingreso corriente promedio del trabajo formal en localidades urbanas cayó en 5 mil 400 pesos – esto representa 13.4% menos.
A valor presente del 2020 en relación con el 2018 en las ciudades, según INEGI, la suma de los dos deciles del promedio trimestral del ingreso para 2020 de los asalariados formales perdieron $ 12 mil 676 pesos -equivalente a una disminución del 37.6%.
Pasaron de $ 33 mil 740 a $ 21 mil 064 pesos constantes entre 2018 y 2020.
Conforme a la ENOE de INEGI para finales de 2020 trabajan en la informalidad 14’ 853 mil 366 mexicanos, 2 millones 500 mil 919 más que en 2010 .
El que 27.9% de nuestra gente en edad de trabajar lo haga en la informalidad expresa un serio desencanto social.
Sobre los múltiples tratados de libre comercio y en especial el que tenemos con Canadá y Estados Unidos es de destacarse, entre otras, una promesa incumplida: que los salarios reales pagados en México iban a crecer hasta acercarse a los de nuestros socios comerciales. Sucedió al revés.
Para un país que rebasa los 120 millones de habitantes, los principales promotores de sostener esta brecha salarial no han sido los empresarios que emplean personal en México, sino los propios Secretarios de Hacienda como el Dr. Agustín Carstens -egresado del doctorado de la Universidad de Chicago y economista monetarista por el ITAM que argumentaba que “subir los salarios sería inflacionario”.
¿Cuáles son las consecuencias adversas de tener como práctica pagar salarios bajos?. Pues que se quedan vacantes sin cubrir porqué lo que se ofrece como salario es poca cosa y está influenciada por los apoyos sociales federales.
En Chihuahua los tarahumaras ya no quieren trabajar pizcando manzanas porqué la suma de los apoyos federales a las familias más los bajos salarios a destajo que se ofrecen son muy bajos.
Miles de vacantes carecen de solicitantes en sitios manufactureros como Ciudad Juárez o Saltillo y sucede porque son bajos; no atraen trabajadores, cuyas familias ya reciben apoyos por los diversos programas federales.
Aumentar los salarios entre 15 al 20% con un programa de incentivos del SAT podría llevarnos a un círculo virtuoso de familias con mayor poder adquisitivo que incrementaría su gasto en consumo y pagarían más impuestos.
Otro agravante sobre las finanzas de los hogares mexicanos es su total estado de indefensión ante las prácticas abusivas de las instituciones de crédito y fondos de retiro -toleradas abiertamente por las autoridades.
Las tasas que los bancos y las AFORES pagan por los ahorros están por debajo de la inflación – por lo cual resulta contraproducente el posponer el consumo, mediante la frugalidad resulta contraproducente.
Cuando se trata de crédito al consumo, personales o de nómina a los mexicanos se nos cargan las tasas reales más altas del mundo más todo tipo de comisiones y compras obligadas de seguros de vida o de bienes de las familias.
En la España de la Unión Europea se aplica con éxito una Ley de Usura que pone límites a los cargos abusivos de los “facilitadores” de crédito. ¿Por qué aquí no?.
Durante los años del COVID la intervención del Banco de México vino a contener la voracidad de los bancos.
Ahora, resulta que quien convino acogerse como deudor al esquema de pago con descuento no puede con prontitud recibir su respectivo finiquito.
Los bancos remiten a los deudores cumplidos a los despachos de cobranza en donde ya no toman siquiera las llamadas. Es entonces cuando los bancos proponen a esos clientes que “Paguen lo que se les descontó, para así darles el finiquito".
Si en el tema del crédito no se rompe la inercia de no hacer nada y dejar que los bancos aunque no presten más ganen exprimiendo a su clientela cautiva, tendremos más tensiones al interior de los hogares deudores – que aún no se recuperan de los daños económicos depredadores que les dejó el COVID.
Bien aplica el refrán aquel de que “Al perro flaco se le suben más las pulgas" para los asalariados de este tan desigual país.
Fuente: Banco de México e INEGI