Estudios demuestran que el miedo a la muerte tiene un impacto en nuestras decisiones económicas, afectando patrones de consumo, ahorro y transferencias intergeneracionales de patrimonio
MÉXICO.- En la literatura económica tradicional, se asume que las decisiones se toman de manera racional. Sin embargo, los modelos de economía conductual han demostrado que la racionalidad en nuestras decisiones está sujeta a sesgos y limitaciones de percepción, lo que reduce la efectividad de nuestras decisiones económicas como individuos.
El tema de la muerte es uno en el que las limitaciones de nuestras decisiones son especialmente evidentes. Desde una perspectiva filosófica y psicológica, la muerte desencadena un complejo proceso emocional que trasciende lo objetivo y afecta profundamente nuestra conducta al tomar decisiones.
En el estudio "Denial of Death and Economic Behavior" de Kopczuk y Slemrod, se analiza el impacto que el miedo a la muerte tiene en las decisiones económicas más básicas, como el consumo y el ahorro.
Se parte de la premisa de que nuestras actitudes hacia la muerte determinan cómo tomamos decisiones económicas en relación con el futuro.
El estudio revela que las personas tienden a suprimir y reprimir la información relacionada con la expectativa futura de muerte, lo que puede generar percepciones limitadas o inadecuadas que afectan los patrones de consumo y ahorro a lo largo del tiempo.
La falta de una percepción adecuada de la mortalidad futura y la falta de preparación en las decisiones asociadas a ello pueden dar lugar a conductas e inconsistencias en el presente y a lo largo de la vida.
Un ejemplo palpable de esto es la baja contratación de seguros de vida, que indirectamente muestra una negación de nuestra propia mortalidad. Es como si pensáramos que si no lo consideramos, no existe.
Por otro lado, el estudio "Thanatology and Economics: The Behavioral Economics of Death" de Slemrod muestra cómo en Estados Unidos, en estados donde las herencias están sujetas a impuestos, la posibilidad de transferencias intergeneracionales de patrimonio se pospone excesivamente, lo que tiene un impacto negativo en el patrimonio al estar sujeto a impuestos como herencia.
Otros estudios, como "Perception of Own Death Risk. A Reassessment of Road-Traffic Mortality Risk" de Andersson, muestran que esta conducta, aunque generalizada, puede variar significativamente según el género.
En este estudio se señala que las personas tendemos a subestimar nuestras posibilidades de muerte, pero las mujeres tienden a sobreestimar su riesgo de mortalidad, lo que influye en su estructura de decisiones financieras orientadas a la previsión económica del futuro.
Al igual que con muchas otras conductas humanas, la percepción de nuestra propia mortalidad, como la derivada de posibles accidentes, se ve afectada negativamente por un sesgo de optimismo que nos lleva a minimizar la posibilidad de problemas reales en esas circunstancias. En pocas palabras, tendemos a creer que los accidentes les suceden a otros, no a nosotros mismos.
Fuente: Kopczuk y Slemrod yTwitter: @martinezsolares.