Son millonarios porque una de sus prioridades en la vida ha sido ahorrar una parte de lo que ganan e invertir ese dinero de manera adecuada, con horizonte de largo plazo. No se endeuda y no necesitan rodearse de demasiadas cosas para ser felices.
MÉXICO.- Eso no significa que vivan con restricciones. Yo tenía un amigo en la escuela que vivía en una casa modesta. Sus padres manejaban coches viejos y al menos desde fuera, parecía que no tenían muchas posibilidades.
Pero cada año, en verano, su familia hacía viajes muy bonitos al extranjero. No eran estrafalarios, no iban a hoteles de lujo, pero vivían una gran experiencia. Todavía conservo una de las postales que me envió desde Dubrovnik cuando aún estábamos en la primaria.
Era una familia que tenía muy claras sus prioridades: tener la posibilidad de hacer esos viajes con sus hijos y ahorrar para el retiro. Lo lograron, porque tenían la mira bien puesta en ese objetivo.
Si hubieran comprado autos lujosos o ropa cara, como los padres de muchos compañeros de la escuela, no habrían podido pagar esos viajes. Para ellos era más importante viajar y ahorrar para su retiro. Entonces, cada mes, del ingreso familiar, destinaban una buena parte a estos dos objetivos. El resto del dinero era el que podían gastar en todo lo demás.
Por eso siempre digo que lo más importante en finanzas personales es precisamente tener claras nuestras prioridades. Porque sin importar lo poco o mucho que ganemos, el dinero es escaso: no es posible tenerlo todo ni gastar en todo lo que quisiéramos. Entonces tenemos que concentrarnos primero en lo que es más importante para nosotros. Después en todo lo demás.
En México la enorme mayoría de la gente tiene un ingreso extremadamente limitado. En este caso es aún más importante tener nuestras prioridades en el orden correcto y manejar nuestro dinero de forma sensata y cuidadosa.
Pero aún con un ingreso modesto, es posible ahorrar. Ya lo he contado en este espacio: yo he visto en comunidades muy marginadas, cómo la jefa de familia es capaz de guardar aunque sea unos pesitos para un “día lluvioso”.
El problema real es que mucha gente quiere vivir un nivel de vida más alto del que realmente puede pagar. Quieren más cosas. No les alcanza para ahorrar, pero sí para comprar el teléfono celular de última generación a meses sin intereses.
En la columna anterior también mencioné algunos hábitos de los millonarios. Cualquiera los puede seguir y convertirse en millonario también (no de un día para otro, sino poco a poco, como se logra todo en la vida). No hay ningún secreto: los conceptos son muy sencillos y de hecho todos los sabemos. Lo que es difícil es aplicarlos con constancia. Simplemente se requiere:
Tener claras nuestras prioridades.
- Hacer un plan de gastos (no un presupuesto), para garantizar que hemos asignado dinero suficiente a esas prioridades (ahorrar). El resto es lo que podemos gastar para todo lo demás. Tenemos que ajustar nuestro nivel de vida a ese dinero que nos queda (a veces esto significa vivir de forma más modesta).
- No endeudarnos para comprar cosas, ni a meses sin intereses. Porque estas mensualidades se convierten en obligaciones de pago y nos reducen aún más el dinero disponible para vivir.
- Invertir el dinero que ahorramos para nuestras prioridades de manera adecuada y con mentalidad de inversionista, no de especulador. No perseguir rendimientos: primero controlar el riesgo, con instrumentos eficientes y de bajo costo.
- Proteger lo que estamos construyendo, incluyendo nuestra propia capacidad de generar ingresos. Eso significa tener un fondo de emergencias y los seguros que se adapten a nuestras necesidades y estilo de vida (no los que nos quieran vender).
- Seguir aprendiendo, con curiosidad intelectual. Si para nosotros es importante construir un patrimonio, tenemos que tener las herramientas para hacerlo.
- Ser generosos y retribuir un poco de lo que hemos logrado a la sociedad. No se necesita hacer con dinero: puede ser con tiempo y de muy distintas maneras. Es así de sencillo. El reto, como ya dijimos, es realmente hacerlo.
Fuente: El economista